martes, 22 de mayo de 2007

Sólo nos diferencian un par de años.


Hay veces que en un determinado momento pasa algo, un pequeño detalle que te hace plantearte muchas cosas. El otro día me pasó algo parecido cuando Adriel conoció a sus bisabuelos, le dejé apoyado en el brazo de mi abuelo José, él cogió la postura y se quedó encantado dormiendo en su brazo mientras él le miraba con una ternura indescriptible. Quedé absorta contemplando esa imagen, quería congelarla y me quedé durante varios minutos mirándoles hasta que algo me hizo volver a la realidad. Era la cuarta generación, ¡¡parecía increíble!! si parece que fué ayer cuando era yo la nietecita pequeña, pero de eso ya habían pasado demasiados años y ahora me encontraba frente a mi chiquitín, prematuro, con poco más de dos kilos y medio, tan pequeño, tan indefenso, tan dependiente... y miré a mi abuelo, con sus ochenta y nueve años, sentado en el sillón, en pijama, débil por una caída, con un andador... mirada cansada y supongo que de impotencia. De repente me di cuenta que no había tanta diferencia entre uno y otro, era como si partieramos de un punto y luego después de unos años y unas cuantas vueltas volvieramos a él, sólo que más cansados, con menos fuerzas. Veía al chiquitín que acababa de nacer en los brazos de un hombre extraordinariamente bueno con casi noventa años a sus espaldas, el contraste de vivencias entre romper una bolsa amniótica, de aprender a respirar, comer, coordinar los movimientos, levantar el cuellecito... frente a la experiencia, una gran descendencia de hijos, nietos, bisnietos, dolor, alegría, una guerra, una dictadura, democracia... demasiadas historias vividas para poder plasmarlas. Fuera de todo lo que se puede captar con los ojos pensé que el hecho de el contacto entre ellos podría hacerles mucho bien, mi abuelo podría sentir esa frescura y sonrisa del comienzo, y mi chiquitín quizás pudiera captar un pedacito de tanta bondad y mucho cariño. Hoy por hoy he podido disfrutar de ese pequeño instante, me gustaría poder repetirlo en otra ocasión porque es una sensación difícil de explicar y sobre todo muy bonita porque los dos dan sentido a mi vida.

1 comentario:

Sergio Frías dijo...

La verdad es que yo no podré tener el honor de poder presentar al "enano" a sus bisabuelos por parte paterna pero viví ese momento y me pareció algo hermoso ver como se miraban ambos, la limpieza en ambas miradas, una inocente y nueva y otra cansada pero con esa chispa de ilusión que provoca el mirar al canijo.